Inés de la Cruz. Sor
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    Su nombre era Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana. Es la mujer más gloriosa de las letras mexicanas, la Teresa de Jesús americana.
   Nació en 12 de Noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, Amecameca. Su padre era vasco y su madre mexicana. La dieron excelente educación. A los tres años ya deseaba leer y escribir; a los ocho compuso una loa a la Eucaristía; a los diecisiete componía en verso.
    Le bastaron veinte lecciones del bachiller Martín de Olivas para dominar el latín con maestría. Su cultura enciclo­pédica era admirable. Fue dama de la esposa del virrey Mancera. Pero abandonó las galas sociales y entró en el Convento de Santa Teresa la Antigua y luego en el de San Jerónimo,
    Fue en el claustro donde se vio arrebatada por la inspiración y, aunque monja, la mayor parte de sus temas fueron centrados en cuestiones de amor profano y de vida del mundo. Eran momentos brillan­tes en la cultura colonial de Nueva España y dominaba la co­rriente culteranista. Se sintió inspirada por Calderón y los maestros de la metrópoli, cuyas obras allá llegaban. Se encargó de la Tesorería del Convento y dos veces rechazó el cargo de Abadesa que le fue ofrecido.
   Sus escritos fueron pronto conocidos y circularon entre la alta sociedad. Se atrevió a enfrentarse al jesuita P. Vieyra, por un sermón que condenaba las letras humanas sobre todo de las mujeres. Le echó en cara con escritos que separara tanto lo humano de lo divino. Intervino el Obispo de Puebla, D. Manuel Fernández de Santa Cruz, y la pidió que dejara las letras humanas y se diera a las divinas. Respondió con una larga carta autobiográfica proclamando el derecho de la mujer a la cultura y exigiendo el derecho a criticar y a rechazar el sermón del jesuita. Sin embargo, tomó la decisión de hacer un gesto heroico: ofreció para la venta los 4.000 libros de su biblioteca (sus "quita pesares" los llamaba), sus instrumentos musicales y sus objetos personales y dedicó el producto a fines piadosos.
    En una peste que asoló la región tuvo que atender a sus hermanas enfermas de fiebre, con las que mostró singular abnegación. Murió contagiada el 17 de abril de 1695.
    Algunas de sus obras son admirables: "Los Empeños de una Casa", "Sonetos", "Poesías Escogidas", "Autos Sacramentales". Preparó también un compendio de Armonía Musical titulado "El Caracol".
   De su figura escribió Marcelino Menéndez y Pelayo "No se juzgue a Sor Inés de la Cruz por sus símbolos y jeroglíficos, por su Neptuno Alegórico... por los innumerables rasgos de poesía trivial y case­ra de que están llenos los romances décimas conque amenizaba los saraos de los virreyes Marqués de Mancera y Conde de Paredes. Todo esto no es más que un curioso documento para la historia de las costumbres coloniales y un claro testimonio de cómo la tiranía del medio ambiente puede llegar a pervertir las naturalezas más privilegiadas"... "Lo que más interesa en sus obras es el rarísimo fenómeno psicológico que ofrece la persona de su autora"... "Hay acentos de sus versos que no pueden venir de la imitación literaria"... "los versos de amor profano de Sor Juana son de los más suaves y delicados que han salido de la pluma de una mujer".